domingo, 25 de octubre de 2009

Notas para un diario

22 de mayo de 2005

Experiencias number 13
La vida estaba colgada de un hilo conductor, sólo quedaba una falda en el perchero, un sofá que en algún punto del tiempo fue rosa y un cenicero: cuatro colillas.

Lo que fue una pared blanca ahora se decoraba de palabras guardadas entre la mandíbula y la resequedad del invierno.

Faltaba el recuerdo lejano de un beso, la mano que por tanto tiempo se había entrelazado a la suya, los lentes y ese ojo bizco que disperso pensaba en la existencia.

La más famosa de todas las sensaciones, el miedo se apoderaba de sus piernas, sus brazos en un asalto al destino se habían abrazado de su cuello, sin querer abrir los ojos le pidió que la amara.

No era fácil mantener a los pensamientos en cuarentena, menos los que traían a la mente la imagen última del cuerpo enredado en una cama de hostal en la playa o de sus manos sobre la palanca de velocidades durante la carretera. Era imposible pensar en que el pasado una vez más no volvería de lejos para recordarle que el amor existe, y que las novelas románticas del siglo XIX seguían escribiéndose en su piel.

Se trataba más bien de vivir aquí y ahora. El silencio de su cara, la pulcritud de su mirada, la desconexión de un punto del tiempo en otro, ahora estaba él dentro, ahora ella arriba, un instante después palabras y más palabras.

Escribir un guión coherente no era su motivo. La poesía: demasiado abstracta para saber la verdad y la dramaturgia, esa palabra que tanto tiene de drama pero que en la cotidianidad es más un vivir para afuera, la había dejado seca después de la última función.

Había encontrado su pasado en cajas, mentira de que su pasado le pesaba, caminaba lenta y erguida sobre la imagen del amor perdido, del desamor. El vértigo se acercaba después del primer café de la mañana pero seguía andando hasta llegar debajo del agua: donde al no respirar la vida se detiene y se encuentra la libertad.

No quería que nadie le preguntara cómo fue, qué había pasado con él, ella no quería mirarse frente a esos enormes signos de interrogación, sin responder con una cachetada, la insoportable respuesta a todo, el análisis contundente de lo que sentía expresado en conversaciones al aire.

La pesadez de una existencia llena que de tanto se vacía en el instante que el coche avanza por una calle hacía el norte.

Una noche más dentro de sábanas ajenas, un beso y un abrazo que quieren saber a amor pero que todavía no llegan a falta de soltura, un “te quiero mucho” que se queda colgado en el teléfono como aquella falda en el perchero que espera ser vestida para bailar toda la noche sin parar y así exhausta se desgarré por la pasión de un nuevo amor.

Se encontró una mañana olvidada entre las sombras a ese hombre que tanto amó, lo miró y lo despidió con una sonrisa. Nunca más, lo supieron al cerrar la puerta.

No se trataba de hacer entender, de dar un sentido a las palabras y las experiencias sino de crear una sensación de pasado y presente que se funda en el humo de un último cigarro esperando que la luna llene su vientre.

4 Julio de 2005

Preferencias
Los espacios vacíos no son lo mismo que un cuarto sin muebles.
O vivir en una vecindad que vivir acompañada.
Existe una diferencia entre la crema de café y el café americano.
La sal antes y después de cocinar los ingredientes.

El talento no es lo mismo que venganza.
Ni la añoranza lo mismo que el olvido.
No es lo mismo la luna llena que la locura que me llena.
Las palabras que envuelven mi dolor
No son lo mismo que la esperanza de encontrar el amor.

Recordarte lo mismo que quererte.
Odiarte igual a soltarte
Y tiempo igual a pasado.

Y a pesar de todo esto
Prefiero un cuarto sin muebles,
Tomar café americano
Comer alimentos sin sal
Dejar que la locura me llene
Sentir dolor
Recordarte
y odiarte
Que vivir contigo a mi lado.

19 de abril de 2006

Círculos en un plano

I

Era un círculo extremo de sensaciones inacabables, rotundas y esquizofrénicas. El zumbido de la noche, las nubes dentro de los ojos, la corriente eléctrica al final del abismo.

Salió libre, logró llegar al final, ante el lobo de dientes de marfil quedó pálidamente firme y lo venció con palabras de naranja y mar.

No quería decir quién era ni por qué estaba así, sólo quería terminar de bajar de esa torre de donde salió explotada en fuegos artificiales.

 
II

Podría ser que yo sea alguien que no conozco. Podría ser que mañana me dijeran que soy esa la que está escrita no la que escribo, que es la que actúa no la que duerme, la que está en los sueños no la que se sube al metro cada mañana. El lanzamiento inconsciente al abismo son alas de marfil y hule. La ironía llena de luces etéreas y absurdas el espacio de mis pensamientos. Las reglas esquemáticas de un sistema se pulverizan dentro de la sinopsis y no logro evitar las miradas inquisidoras de quienes las creen.

 
III

Mi ser se caricaturiza. El mundo se vuelve sólo un invento de la imaginación, el orden y el caos puestos juntos con colores y paredes, con calles y carreolas, con mimos y basura: mundo muerto de hambre con un Rembrant y una capilla sixtina. Un mundo doliente, moribundo que crea historias que se esfuman, que se queman en la cabeza de los que duermen despiertos.

 
IV

El círculo vacío se dibuja en mi sexo. La reinvención se cuelga de un orgasmo existente sólo en los poros de una piel ensoñada.

La luna todavía no crece y sólo se mantiene atada con un hilo a mis pies que hinchados se acurrucan dentro de la manta.

 
V

El amor se vuelve sushi en soya: agrio como el mar. Las olas se distienden sobre la arena y desaparecen con el sol, pero ya ni el amor se siente entre el gas del refresco, se va diluyendo en cuanto llego a tomar por los hilos de la esencia al sentimiento, cuando ya estoy en lo más profundo del túnel, con los hilos en la mano, salgo por la ventana de luz que encuentro frente a mi y en ese instante, los hilos se vuelven granos de sal y caen a la tierra de nuevo.

 
VI

Ojalá la vida fuera como el amarrar las barcas en el muelle. Pero en cuanto llego del trayecto despierto del sueño. Y vuelvo a dormir de verdad y sueño que siento, y despierto y camino desinhibida y llena de orgullo por no saber pensar ni actuar, hasta que me estampo contra el tiempo y me pregunto por qué siempre pienso que la vida es.

 
VII

El último pensamiento sólo porque hierve el agua, hay que ir a aventar la primera piedra, a decir que sí se quiere, que sola no sé estar, que necesito del cielo y las tejas rojas, las montañas y la saliva.

En cuanto se cierra ya se abrió, pero nunca se abre para ser sino sólo para mostrar cuán cerrado estaba. Se abre y me admiro de la existencia de este pensamiento nuevo, pero se escabulle entre los dedos y el shampoo. Se mata con las gotas de agua que se van con el drenaje. Sale otro y vuelve a mí para avisarme del infortunio, me pongo a llorar y apenas a pasado un minuto, falta el café y la leche, falta que con mi boca pueda tomar ese teléfono. Descanso porque es agotador ya desde que mis ojos se abrieron pensando en que estaba un segundo antes platicando con alguien más, era un sueño lejos de mi cama. Dar el primer paso es igual que parir una existencia de paredes lisas. Y todo vuelve a empezar.

Pase al círculo número uno.

3 de junio de 2006

El amor en té



Hoy el pasado se me ha trepado hasta el pubis,
Entre el agua se dejó venir
Insípido, mareado.
Mis piernas caducaron ante sus caderas.
Me hago rosca para no ver.
Un deseo más que se pasa de las estrellas
Ya ni estallar es bello.

Un portazo, tal vez es el que espero:
Sólo el zumbido del refrigerador
Y mis sábanas insomnes.

Hoy las voces se enredan en mis dientes,
El tiempo se hace viejo,
Mis uñas se masturban
Y el amor se toma en té de manzanilla.

7 de agosto de 2006

Vieja compañía

Esta mía soledad
Taladra mi espalda,
Trato de ahuyentarla
De explicarle con bellas palabras
Que de mi se apiade,

De la cercanía de esos ojos tan abiertos
De tus manos que resucitan mi piel enmohecida
De tus besos que alimentan mi deseo.

Esta mía soledad tapa mi boca
Para no sentir la tuya,
Crea cataratas en mis ojos
Encera mis oídos
Para poder así seguir sola conmigo.

Le he dado vino para que se divierta,
La he adormecido con canciones de cuna,
Libros de filosofía del absurdo,
Ejercicios de relajación,
Horas de más de sueño, pesadillas marítimas.

Le he hablado en francés, inglés, italiano
Y hasta en pantomima.
Esta vez creo que se ha calmado ya un poco,
Y está hasta pensando aceptar mi propuesta:
Que te quedes un rato acá con nosotras,
Nos hagas compañía,
Y quizá, sin darnos cuenta,
Ella decida tomar el autobús hacia la memoria,
Para que tú y yo,
Pasemos un rato entrelazados
Antes de que ella vuelva.

15 de Octubre de 2006

Nubes que concéntricas se vuelcan en mi estómago, miró hacia otro lado, yo tratando de no caer junto con él, me desvanecí, me volví una enana de cinco centímetros y me fui hacia mi casa con las palabras colgadas de la lengua y un torniquete recién hecho en mi pecho. Y ahora cada mañana me lavo la cara con lejía para ver si se me deslava el enamoramiento, para probar, si quitando las capas exteriores logro encontrar una cara de no tenga tatuados sus besos ni su mirada en mis pestañas.

Me metí en el centro de la tormenta, ahí donde los sentimientos se vuelven insomnio, donde no existe futuro porque ya está comprometido, sólo las caricias, los silencios y las miradas reprimidas para no saltar sobre el otro y pedirle promesas que son imposibles de cumplir.

Y ahora me encuentro a punto de naufragar, viendo como él va navegando en otro bote, con la cara destruida por el viento porque ha decidido no parar hasta chocar contra la existencia.

Se ha vuelto la imagen filtrada entre mis pasos, el centro coherente, la memoria en mecedora que me mira y ríe, las pelusas del vestido que me levanta, y sigo insistiendo que eso no es amor, que es sólo compañía en el viaje, que no se siente, que se va diluyendo en los días, que el caer en cama no es sólo más que un alimento que no digiero, unos sentimientos que no salen por las ventanas, que se quedan entre mis muelas, que se pudrirán sin encontrar oídos que los escuchen.

Pasan los días y llega a mí el silencio de la distancia, la despedida que se escribe en sus kilómetros recorridos, el deseo cada vez más tenue de volvernos a encontrar. Y se va, hacia arriba como en un globo de aire caliente, hacia las nubes, el posible amor que podía crearse entre nuestros cuerpos y las pláticas endulzadas de nuestros pensamientos.
II
Me mordí la lengua, dije de nuevo que no te conocía, que tú y yo no éramos nada, que las cosas en la ciudad no habían cambiado, que lo que había pasado semanas atrás había sido sólo un sueño, no te dormías sobre los lienzos y yo no corría tras el papalote de semillas huérfanas de madre.

No lo ví llegar, sé que fue mi error, que como te dije aquel día: “yo no sé volar”, cuando nací los doctores afirmaron que carecía de una característica, yo no lloré al salir, sólo me quedé impávida mirando el mundo. Carezco de sentido estético e intelectual. Soy un árbol a las cinco de la tarde. Espero sólo al atardecer para guardarme entre mis hojas, permanecer llana y en silencio. Lo raro ya es una cotidianidad, es estar fuera de la curva normal, ser una figura sesgada no me hace más especial. No lo siento como una cualidad, lo llevo en el nervio ciático, se me atora en los tobillos.

Es una energía que no sale más hacia la tierra se queda ahí mirando los dedos de mis pies, murmura que deje de dar pasos que no vaya más a buscarte, que te deje ser, que ya no miras para atrás, pero no dejo de pensar que si existes, que algún día dejaré este abrigo color guinda, me podré poner la mini falda que tanto quise para mostrar que mis piernas son de una mujer fuerte, que podré quitar esta corbata de ansiedad, me crecerá el cabello y correré desnuda por el campo y me sentiré ninfa, como alguna vez oí en el sueño de un hombre enamorado.
III

El meñique se ha puesto en guardia, imagina que vive sólo entre todos estos dedos, que no pertenece al mundo porque vive a la orilla y es pequeño, no tiene ninguna función esencial en el arte de amarrar hilos a mis pensamientos, baila solo y se mueve como una muñeca enloquecida. Mi cuerpo arde de reinvenciones inacabadas, besos caducos, orgasmos traicioneros, miradas pasivas en busca de la redención en otros ojos. Dejaré que mis rodillas se doblen, que mi abdomen padezca, que mis lágrimas corran hacia la almohada, y entonces escucharé el río de devoción que crece en mi garganta, que bendice el saber que te conozco, que estás cerca, que sí existes, fruta prohibida, arte de mi sangre, derrame de mi iris, danza de mi ser que flota junto a esta imagen divina que es la pasión por estar cerca de la muerte y sentirse volar.

 
IV

Me toqué sin querer el corazón, lo sentí frágil como un jarrón de porcelana china, nunca mostrado al mundo, nunca puesto en subasta, nunca valorado por los mejores curadores, nunca maquillado por los travestís de amor, me descubrí virgen de corazón, nunca atado ni demolido porque sus tuberías y su arquitectura son pasadas de moda, lo descubrí intacto: como congelado en muchas vidas, latente como la espada en la piedra, esperando que alguien lo tome y lo bese. Miré sin saber a mi corazón haciéndose el amor por dentro, creando su propio vestido de novia, está mirando por la ventana y ríe porque no sabe todavía lo que hay aquí afuera. Me toqué sin querer el corazón y lo abracé con temor, es lo único que me queda después de la huída de tu cuerpo.

 
V

Salir como un cohete hacia el rincón iluminado de mi soledad, pedía encontrar a alguien como tú y ahora mismo sólo quiero que no existas, que no me miren esos ojos implorando cariño, que no exijan un amor que no tengo, que no conquisten con flores mis sueños, que no endulcen con palabras mi ya complejo sentimiento.

Si te vas, lloro, si estás muerdo, si me quieres corro y si guardas silencio, grito. Si existes no existo, si viajas, viento, si rabia, miento, si te desvaneces enloquezco.

Tu cercanía me levanta brisa de aliento, me juzgo culpable por no serlo, me veo monstruo al fingir que no siento. Siento que no quiero, que tal vez es otro al que yo deseo. En mis sueños, a lo lejos, viajando hacia otro mundo sin miedo. Pero mi corazón dice que no es cierto, que yo te quiero, que me haces bien al cuerpo, que das sabor y deseo, pero entonces, ¿por qué me dan ganas de apagar la luz?, de salir corriendo, mirar hacia otro lado para no ver tu sufrimiento, para no ser responsable de tus sentimientos, para no ilusionarte con curvas y sexo, para que dejes de tomar mi mano y sentir que eso durará, que eso existe, que yo estoy cerca, que me has escogido, para caminar contigo por esta vereda que para ti tiene rumbo, que para mi es sólo un espejo.

30 de Octubre de 2006
Felicidad en nublado, en sonidos de una mañana fría, felicidad en los brazos entumidos del otro. Despertar como el perro que muerde su hueso bajo el sol, trato de alcanzar el sueño que traía mensajes pero ya se ha ido, una pérdida más, otro sueño que desaparece entre las mantas heladas de este invierno montañoso y ligero.

Un hombre ha pintado de amarillo la pared frente a mi ventana. Los vecinos se han cambiado de casa, desde la azotea miro y tomo los colores de la montañas para meterlos a mis ojos vidriosos y desvelados. Tirada en el piso logro sentir el calor de un sol que en realidad no calienta. La vida seguirá corriendo con o sin mí, sé que no sirve la carta al hada madrina, aunque escriba todos los días para ella. Siento una incomodidad mientras me baño. Sí, es un abrazo que se quedó incrustado entre mis costillas, una mano que se tatuó sobre mi espalda. El fuego habla, los sábados por la noche me dedico a no pensar. Y camino libre de nuevo sobre el pavimento, junto a los árboles, y compro algo de comer con el dinero que me queda en la bolsa.
Me llena el amor, no su amor, El amor, como tal, no sé lo que sea ni de qué color se vea. Quiero decir esa palabra que está prohibida, desgastarla hasta que desaparezca, hasta que sea insoportable, que amargue al que me lee, al que me escucha o a mi misma. Quiero decir “te amo” aunque no exista, aunque se vayan todos de aquí aunque viva sola en mi mundo de plantas y cielo. Hasta que pinten en mi puerta la palabra “cursi”, ¿será que siempre he pensado en seguir la contraria? Me encanta ver las caras de los que escuchan esa palabra y ver cómo sus labios se repliegan, y su pecho se contrae como para que no entre, como para que no puedan sentirla aunque sea por intuición.

1 de noviembre de 2006



Mi voz histérica,
Se quedó ahí,
Quieta.

Al otro lado de la habitación,
mi alma temblaba.
¿Cómo estás?
Fue el primer respiro:
La desilusión es esperar por siempre
el canto del ave de mis sueños.

Bajo las escaleras
mi vagina,
esperaba,
Que mi alma te borrara.

Afuera,
mis ojos y la noche,
nueva, seca, inocente
Envolvió todo,
Hasta sus ojos.

Al unísono sin horas,
Desaparecimos con el sol,
cada uno a su memoria.

Se dibujaron sus mejores perfiles,
coloridos recuerdos en cincel.

Un susurró de voz: ¿Cómo estás?
Mi alma desnuda abrió las alas y dijo:
La ilusión es como caminar descalza
sobre la hierba.

13 de Diciembre de 2006

Vacío Invernal

Ciñe la tez hasta pulverizar al tiempo
Aprieta las líneas de la mano para burlar al destino,
Tensa los muslos y comienza a andar
Verás como todo se convierte en ponche de frutas
En mágico viento,
En deseo colgado,
Sobre el ácido aliento.

Esconde tu cara debajo de esas mantas
Después de que el agua y tus manos
Recorran tu cuerpo
Será menor el vacío que él ha dejado en tu cuarto.

Sigue sonriendo a los transeúntes,
Apoya la parte externa de las
Plantas de los pies sobre las lozas.
Mira hacia los ventanales,
Trata de encontrar quién te refugie
En este mar de lenguas, en este
Cerro de estrellas.
Y pasados los días,
Verás que la sensación
Desaparece con el café y el viento
Con las gotas de lluvia y el sueño.
Abrirás los ojos y
Descubrirás que el amor no es eterno
Pero, que el recuerdo es un antídoto
Perfecto para los vacíos de tu aliento.

25 de Febrero 2007



Empezó como un empujón dentro,
Una mano que recorría la carretera de sus delirios,
Un beso que se incrustaba entre el colon y mis ovarios.
Vinieron entre sus manos, cargadas de promesas,
Un niño y su papá.

Dicen que ser mujer es amamantar,
Amar y dar, caminar junto, llorar cuando se van,
Esperar cuando vuelvan.

A mi me nutren cuando voy, recibo sin amar,
Caminan junto a mi, él y su papá.
Lloran cuando me voy.

Terminó como un empujón fuera,
Un cuchillo recorría mi corazón,
Un grito se incrustaba entre mi esternón y mi vagina.
Se fueron entre mis manos, cargadas de culpas,
Un niño y su papá.

30 de Marzo de 2007
La vi mirando tras la ventana, debajo de ese abrigo, sus manos agrietadas guardaban como si fuera lo único que le diera fuerza, el gusto de ver sus ojos de nuevo. Lo miró sentado, con las piernas cruzadas y el corazón ausente, lo vio ahí, extranjero de sus propios pensamientos, se vio ahí con sus rodillas entre esos muslos cansados de tanto movimiento. Detrás de ella, cuatro músicos paseaban sus manos entre las cuerdas y las teclas, el sonido armónico y una voz casi apagada de un cantante de ojos pequeños rodeaban la escena de la mesa más cercana a la puerta.

Frente al café, una mujer de poncho y pelo negro topó con un hombre de chamarra militar y lentes, cuando subió la mirada y se dio cuenta de quién era, casi deja caer el chocolate de entre sus manos, miró aquellos ojos furtivos que evaden el mundo, que miran hacia el infinito, que corren desterrados hacia un pasado sin vida. Trató de darle la mano, sus dedos no encontraron dónde entrelazarse, para lamentarse lo mejor fue cerrar el pecho, sacar el dolor en un estornudo y seguir caminando hacia la montaña.
En la misma esquina unos días después, un hombre joven y una mujer inexperta caminan sobre las lozas desgastadas, y comienzan a gritar: de ella se escuchan sólo palabras en inglés, de él no se escucha sonido alguno. Tratan de luchar contra el tiempo, contra la cotidiana mañana, las horas enfermas de paz, las sábanas manchadas de sueños, las manos sudadas e inertes. Tratan de atrapar de nuevo el encanto de la primera noche, y saben, porque sus cuerpos lo dicen, que no se separarán aunque sientan un vacío en exploración; ambos desean algo en común: amarse como la noche en la que los dos durmieron con las piernas entrelazadas.
El reflejo de una batería y unas baquetas en furtivo movimiento, mientras sus manos tocan sin control su mirada se pierde, a través de la ventana, entre la gente que camina de un lado a otro esquivando a las vendedoras descalzas, de pies mojados y trenzas bien peinadas; con sus ojos abiertos y sus sonrisas provocadoras van de un lado a otro sin descanso hasta que se vacían las calles y sólo se ven a los viejos vestidos con trajes desgastados y sombreros de paja, con la mirada hacia el piso y un tambaleante andar. No se sabe dónde duermen, dónde comen, de qué viven, sólo caminan todos los días por las mismas calles, con la misma ropa y el semblante cansado de andar.

Meses después sobre la misma ventana se ve a una mujer de cabello castaño que sueña con ser alguien eso dice ella, la verdad es que desea que la amen, y ve entrar de la mano a su novio con otra mujer, ella con los tarros de cerveza en la mano, sigue su camino pasa entre los dos, ella no sabe quién es, él apenado pero con mucha hombría se sienta en la mesa y la llama, le pide dos cervezas de barril, a la mesera, para ella su novio con otra mujer le piden dos cervezas, para él su esposa y él se sientan a tomar unas cervezas y le piden a la mesera, una aventura pasajera, que le traiga una cerveza. Para ella, él era el hombre con el que iría de viaje por América, para él, ella una extranjera fría, que no entiende bien el español y a quién es fácil engañar una noche o dos, o hasta tres noches para gozar de la libertad de los cuerpos.

En su cama, sola, de madrugada con los pies destrozados, ella llora de desamor, y comienza a perder la inocencia con la que llegó a este pueblo “mágico”.

Un hombre mira a una mujer en el bar, está levantando vasos de cerveza vacíos, le pide algo de tomar, él piensa que ella es tonta y por eso es mesera, ella tiene una maestría en Historia del Arte y sólo está de mesera para saber qué se siente hacer ese trabajo. Él la invita a trabajar con él, ella acepta, resulta que la niña tonta ni es tonta, él piensa que es pobre, resulta que la niña tampoco es pobre, él comienza a sentirse enamorado, la niña no es tonta ni pobre, resulta que sabe más que él, el comienza a sentirse presionado, es distinta a la niña tonta con la que pensaba enrollarse, resulta que ella quiere irse, él la retiene, le pide que se vayan a vivir juntos, ella acepta, pasan semanas, él le roba lo más preciado para ella, su honor, su trabajo, su ser reconocida por su talento, ella lo odia, él llora porque quiere a la niña tonta y pobre y débil que él pensó que era. Ella le escupe en la cara, le grita, lo deja. El se hace más hermético, más duro. Ella se encierra por meses y llora. El sale con una mujer cada semana y se asegura que no pase más tiempo que ese pues tiene miedo de sufrir más. Ella se va, regresa, se cansa y decide esperar. Él la mira, ella lo ignora, sigue pasando el tiempo. Hasta que ella se vaya, o él desaparezca y todo quede como una imagen borrosa en el inconciente.

Un hombre se cansa de estar solo, decide que quiere una familia, encuentra una mujer con hija y familia, la invita a vivir con él, ella vende los muebles de su casa, y sin pensar se va a vivir con él, ella se enamora de la posibilidad de no estar sola más, de poder ahorrar el dinero que con tanto trabajo gana, comienza a dejarse mantener por el hombre. El hombre funge como padre de familia por tres meses, y como buen padre de familia comienza a amargarse, ella comienza a preocuparse, como buena madre de familia, el comienza a serle infiel. Ella comienza con una ceguera prolongada. Él le dice que él nunca quiso una familia, que mejor vivan en casas separadas. Ella no le importa eso, le importa que ahora va a tener que gastar su dinero. Él presiona más y más y cada día tiene la cara más arisca. Ella por miedo a perderlo todo, se va a la otra casa. El dice que la ama, ella dice que lo ama. Anda tú a saber.

15 de abril de 2007
Verso al que no es poeta, beso al que no ama, abrazo al retraído, patada al que se va, para que vuelva, para que no quede aquí sola, con mi gata, como gata que mira por la ventana el tiempo pasar, que se mete dentro de las mantas para dejar de pensar y sólo logra un estado de sopor vespertino.

Distancias cortas, más tiempo entre las paredes de esta bodega oscura y amorosa, pacífica y silenciosa; con mis memorias y mi rostro frente al espejo: sentimiento de lo oculto, de lo que es sin serlo, cuando dejo de soñar en otros mundos y vivo mi propia existencia despierta.

Cierro los ojos cada vez que entra en mí, sus ojos azules se transmutan mientras nuestras caderas vuelan una y otra vez, sin descanso, saciados de ansiedad, carentes de pisadas, de caídas nocturnas, de trazos y lienzos.

Las horas mezcladas con hombres y mujeres que luchan por ser otros, por sacar sus entrañas en un grito o un llanto, entre vaginas, excitación no saciada, amor hipócrita, besos encarnados en niñas hermafroditas y hombres de la selva.

Un mundo que no me pertenece y he tomado prestado para no sentirme fuera, un amor que se crea sólo a través de la idea de ser, que el tiempo legitima pero que es tan virtual como la idea de pensar que vengo de un lugar lejano, que no nací en estas tierras, que no entiendo al otro, que debo hacer las cosas a mi manera; tan absurdo como pensar que durará y que siempre veré sus ojos junto a los míos, que caminaremos por ciudades desconocidas, por calles medievales, rascacielos y seguiremos pensando que nos amamos, que no acabará nunca, que somos sólo los dos y nadie más.
Creer que esta vez no será igual, que el silencio lo calca en el futuro, que el universo conspirará esta vez a mi favor, que me sentiré feliz a su lado, que no huiré y dejaré todo atrás, de nuevo, mis maletas se llenan de polvo, mi cuarto comienza a tener historia, mi mente comienza a trabajar de otra forma, mi cuerpo se enraíza a un jardín de piedras y tierra, mis brazos se tejen a los pinos y a la ceiba, mis caderas se derriten entre sus ingles y me siento llena, de él, del cielo, del vacío que carga mi estómago.

En estas paredes todo puede ser, hasta mi voz se escucha sin eco, mis besos saben a su aliento y mi cuerpo descansa.

En estas paredes: puede el amor.



4 de mayo de 2008
Nuevamente, tu mente, vente, conmigo, a escondernos, sí, de tu mamá, de esa que te llevaba a rastras, de tus otras mujeres, sí, de esas que cuentas hacían fiestas en luna nueva, de esas que sin decir nada desaparecieron.

Nuevamente, tu abrazo, me funde, me come con miel y limón, me lleva al techo y me voltea de cabeza, me hace morir de risa, y cuando mis restos quedan entre tus brazos, me caigo de nalgas, y comienzo a hacer berrinche. Tú sabes que es puro juego, que juego a ser mala, juego a ser triste, juego a ser desubicada, me encanta esa palabra, saca de onda, y todo el mundo te tira de a loca, y tú vas por la vida feliz porque nadie te persigue, te dieron por pérdida, en LOCATEL ya no te buscan, y andas en tu casa desnuda, ahora hasta con pelo de peluca, para que se vea más la locura.

Dejaste un trabajo más, dejaste a un hombre más, y brincas en la cama de felicidad, porque amas salir corriendo, porque amas lo que se acaba, porque amas las sensaciones de nuevo, de otra vez, de a ver qué pasa, y comes rancheritos y coca cola aunque los ecologistas se enojen, y sacas la panza para sentirte más grande, y ya cuando andas dando vueltas te lo encuentras de nuevo, y te metes entre sus canas, y en su cama.

Sólo faltó que saltaras en paracaídas dentro de la selva lacandona, y te vistieras de manta y te dejaras crecer la barba y el pelo de las piernas. Pero casi, uno nunca sabe, y este sabor a libertad, a camino vacío, a viento soplando en las hojas del invierno, te emborracha y las carcajadas se oyen hasta el centro y se mezclan con las campanadas de la catedral.

Cuéntales como es que te fuiste al desierto y te convertiste un ratito en cactus, y viste que el espíritu del viento te acompañaba y te reías y te excitabas tanto que hasta el güero, tu maestro, se dio cuenta, y tú como siempre tratabas de controlar lo que había dentro, hasta te metiste a la tina por unas horas, pero sabes que no funcionó tanto porque en el camión venías pensando como te le ibas a aventar, sin que su esposa se diera cuenta.

Pero pusiste cara de compungida y niña de rancho, sí una nueva faceta tuya, de provinciana, de esas que se ríen muy quedito pero se andan tocando todo el tiempo porque andan como fogatas a media noche.

Y luego pasaron unos hombrecitos por tu cama, y tú brincabas de nuevo en la cama, pero sobre ellos: parecía, porque de plano ni te hacían cosquillas, hasta que agarraste un camión a la playa, y ahí sí te saciaste porque lo encontraste, encontraste a ese que nadie mira con atención porque no parece interesante, y caminaste con él y ahora sí pudiste sacar tus alas, pudiste quitarte la máscara, pudiste darte por encontrada, ahora sí quisiste marcar en el mapa el acontecimiento, encontraste un hombre que te llega a la altura, y casualmente descubriste que era una mujer, ¡Quéeee!!!! dice la gente, ¡cómo que una mujer?, pero ¡¿Como es posible tal cosa..? Sí una hermosa mujer metida dentro de un hermoso hombre, la combinación perfecta!!!, felices se mezclaron sus fachadas, sus alientos, sus desmanes, sus tontas ideas, y reías tanto que casi te quedas estampada en la pared de ese cuarto como mural para convertirte eternamente en recordatorio de la verdadera felicidad, (en realidad quisieras ser una estatua griega ya lo sé, pero eso lo decimos en otro momento) estamos entonces en la felicidad, sí, ¡yupi!, esa que no se piensa, que no se extraña porque se queda circulando por las venas un buen rato, suficiente para regresar de un salto a las montañas y seguir jugando con los niños y mandando al carajo a las mujeres amargadas, frígidas, envidiosas que miran tu cara con su cara de muppet, y tú por adentro de ríes más y más y más.. hasta que sueñas que haces el amor con tu padre que murió hace 10 años y te asustas, ¿pero, es que estaré ya tan malita de mi cabeza?, pero luego tu terapeuta te dice, “No, es la imagen masculina con la que te estás reencontrando”. “Ah, bueno”, dices tú tranquilizada porque no recuerdas que a tus 12 años le quisieras brincar a ese viejo que ya no respiraba bien.

Te pones en cuclillas sobre la ventana, y miras las nubes azules, y tus ojos de gato se vuelven color miel, y te conviertes en colibrí un rato, y vuelas sobre los tejados y cuando encuentras uno bueno te conviertes en gato de nuevo, entras por la ventana, una ventana de madera y ves a un hombre de cabello marrón y lentes tocando la guitarra, y te le quedas mirando un largo rato, porque es hermoso el sonido que sale de ese instrumento, y el sol se mete detrás de ti, y el cielo se convierte en un naranja con morado que se refleja en las paredes azules de la habitación.

El no sé da cuenta de que estás ahí, de que lo miras, piensa que está solo, y se siente triste porque siente que nadie lo entiende, y tú sabes lo que piensa, y lo que siente, y la música de su guitarra cada vez es más profunda, no le falta nada, es como la misma luz del sol, y te dan ganas de besarlo, de quedarte con él para siempre, para mirarlo sin necesidad de comer o dormir: un gato disecado.

Saltas de nuevo, te vas de nuevo, porque los gatos son libres, los gatos siempre se van a rondar por el barrio, saltan de noche por los tejados y hacen cantos rituales a la luna y no son de nadie, no son de él, ni quieres que ellos sean de ti porque serían una carga para tu andar, así que mientras las notas de esa guitarra te acompañan por ese barandal, maúllas de melancolía porque sabes que es así, regresas a tu cama, y cuando te metes a las sábanas tienes olor a noche, olor a sueño, te acaricias como si fueras tu propia madre, maúllas por última vez, antes de quedarte dormida.

El ronroneo de tu cuerpo, levanta a los espíritus de tu casa, comienzan a cenar en la mesa y hablan de tí, y tú sabes que esas velas que prendes cada noche los llaman a tu encuentro, y sueñas que conversas con ellos, y conversas con ellos, sabes que llevan ahí muchos más años de los que tú has vivido en este mundo, sabes que se burlan pero también que ahuyentan a los que no te convienen, y la cama se sigue moviendo cada vez más duro, la llama de las velas comienzan a ondear como si una tormenta estuviera llenando tu cuarto de agua, pero sabes que son tus lágrimas las que lo llenan todo, que es tu ansiedad que mueve esas paredes, y rezas para que alguien te salve, pero nadie te salva, tratas de mirar y sólo ves sombras que caminan, que entran por la puerta y salen por el techo, y una niña camina arrastrando su muñeca, sabes que perdió a su madre, como tú la perdiste a ella, y vas al baño y ahora sí te dices, “me estoy volviendo loca, no sé estar sola, ¿a quién le habló?, ¿pero ya es muy noche?, ¿qué van a pensar de mí? Regresas corriendo a tu cuarto porque sientes que el demonio te persigue, sí, como cuando corrías al cuarto de tus papás y decías, ¡mamá, mamá, me persigue el demonio!, pero luego te explicaron que el demonio es el placer engendrado en arquetipo, y sabes que cuando se te aparece es porque andas con el sexo caliente, y quieres chupar la sangre de otro hombre en el camino.

Tiemblas como la víctima que alguna vez has sido, sabes que cuando salga el sol de nuevo, y todo sea claridad, saldrás desnuda al sol y tu cuerpo se llenará de luz y más placer, porque tu cuerpo desnudo en el pasto hace que el mundo sea más bello, como un desnudo eterno, como la carta de la estrella del tarot, que no cambia más que de marco, pues el cuerpo es el mismo, eso te gusta ser, lo sabes, y cuando toquen a la puerta de nuevo, guardarás silencio y no abrirás para que el mundo no se entere de que tú eres tu propio mundo y las nubes, las carabelas que ayudan al vuelo continuo de tu alma.